A las 18:30, con rigurosa puntualidad salía la comitiva desde la Plaza de la Cosa en busca de los árboles seleccionados por cada móndida. La Ventosa, Oncala y San Andrés fueron las ubicaciones con los árboles elegidos. Todos ellos, recorridos sólo aptos para vehículos todoterreno.
Se realizan los dos primeros cortes, con la ayuda de una motosierra. Formando una cuña que oriente y facilite la colocación en el remolque que lo transportará hasta la casa de cada móndida. Atendiendo a las indicaciones de los más veteranos en esta labor, se conforma el equipo para unir y sincronizar fuerzas.
Con la ayuda de unas sogas, se amarra la copa para garantizar la seguridad y contribuir a una correcta colocación en el remolque. Se bascula para recibirlo y evitar que se desvíe, y se termina de cortar la base del tronco restante.
Una de las fases del objetivo cumplida, es el momento de recuperar energías. Para ello se ofrece un breve refrigerio a los asistentes por parte de cada móndida antes de continuar rumbo a San Pedro Manrique.
Primera parada, primer árbol. Con el hueco ya excavado en el suelo, se orienta el remolque para aproximarse. Y con la colaboración de los sampedranos se ubica su posición. No sin antes girar y volver a girar hasta encontrar el lado que más resalta su esplendor.
Una vez confirmada su posición por la respectiva móndida, se abraza con estacas de madera a su alrededor. Que posteriormente se cortan al ras del suelo y rellenan de arena.
De este mismo modo, se ubican los dos árboles restantes en cada una de las casas de sus respectivas móndidas. Al finalizar la colocación de cada uno de ellos, se celebra con un sinfín de bandejas llenas de embutidos, pastas, acompañadas de vino y cerveza para todo el que lo desee.
Mañana por la mañana, será el turno de la decoración de los árboles a gusto de cada una de las móndidas, a cargo de los sampedranos que se ofrezcan.